domingo, 27 de noviembre de 2011

EL ÚLTIMO TREN


EL ÚLTIMO TREN

SINOPSIS
 
Un poderoso estudio de Hollywood ha comprado para su próxima película una histórica locomotora uruguaya del siglo XIX. Aunque la noticia es motivo de orgullo para muchos uruguayos, no tiene la misma acogida entre los veteranos miembros de la Asociación Amigos del Riel. Decididos a boicotear el traslado de la locomotora a Estados Unidos, tres de ellos y un niño emprenderán una loca aventura que comienza cuando secuestran la máquina y, con la consigna "El patrimonio no se vende", se lanzan a recorrer las abandonadas vías del interior del país, arrastrando detrás de ellos una cadena de acontecimientos que van desde la persecución de las autoridades hasta la solidaridad de los pueblos que, abandonados por la falta de un medio de transporte que dejó de correr hace tiempo, ven en ellos una luz de esperanza.
 
Dirección: Diego Arsuaga.
Países: Argentina, España y Uruguay.
Año: 2002.
Duración: 93 min.
Interpretación: Héctor Alterio (Profesor), Federico Luppi (Pepe), Pepe Soriano (Secretario), Gastón Pauls (Jimmy), Balaram Dinard (Guito), Saturnino García (De León), Eduardo Migliónico (Ponce), Elisa Contreras (Micaela), Jenny Goldstein (Periodista), Alfonso Tort (Daniel), Fred Deakin (Mac Ferry), Guillermo Chaibún (Médico).
Guión: Diego Arsuaga, Beda Docampo Feijoo y Fernando León.
Producción: Carlos Mentasti, Pablo Bossi, Óscar Kramer y Gerardo Herrero.
Música: Hugo Jasa.
Fotografía: Hans Burmann.
Montaje: Fernando Pardo y Daniel Márquez.
Dirección artística: Inés Olmedo.
Vestuario: Mónica Toschi.
Estreno en España: 22 Noviembre 2002.

CRÍTICA por Diego Vázquez

Para renovar la lucha

En la última edición de la SEMINCI (la Semana Internacional de Cine de Valladolid), finalizada hace unas se-manas, hubo un film claramente gana-dor entre todos los presentados, que podía esgrimir una serie de motivos intocables para defender esta condi-ción. En primer lugar su presencia en el palmarés fue más que generosa (premio al mejor director novel y un premio al mejor actor compartido por sus tres intérpretes centrales masculinos: Héctor Alterio, Federico Luppi y José Soriano, además de un clarificador Premio del Público), también era el único título entre los triunfadores de la Sección Oficial que era un estreno exclusivo y absoluto de este festival (tanto "Sweet Sixteen" como "Happy Times", también presentes en el palmarés, ya habían sido presentados antes en festivales de categoría A), un auténtico des-cubrimiento, y además consiguió algo que ninguna otra cinta de las vistas en ese festival recibió con tanto entusiasmo y entrega: los aplausos y ovaciones del público, incluso durante su proyección, que son el mejor resumen de la sensación que provoca este canto hermoso y emotivo sobre los temas de siempre: los gestos de la gente pequeña que se enfrenta a temibles y supuesta-mente invencibles gigantes.
Hay muchos argumentos para expli-car por qué funciona tan bien este tra-bajo, al que por otro lado alguien rea-cio a dejarse arrastrar por su capaci-dad fabuladora podría poner varios pe-ros. Lo primero que hay que decir es que Arsuaga no ofrece aquí una obra maestra pero sí una gran obra que, en muchos aspectos, resulta preferible a títulos muy cercanos en temática y tiempo como "Los lunes al sol", principalmente porque queriendo llegar a los mismos lugares, las armas que utilizan ambos trabajos son radicalmente distintas. Mientras en el film de Aranoa (reciente ganador de la Concha de Oro en San Sebastián) el tono pretendidamente realista y a ratos solemne y el subrayado reivindicativo se hacían a veces excesiva-mente obvios y teledirigidos (por tanto falsos y molestos), en el ca-so de este debut (denominado así según palabras del propio direc-tor, aunque ya realizara antes un largometraje en vídeo estrenado cinematográficamente) del director uruguayo Diego Arsuaga, el to-no y la postura elegidos están más próximos al cuento y al relato clásico, con sus convenciones y su punto de fantasía, aunque el hecho que trate sea muy real. En este sentido se acerca más a clásicos como "Capitanes intrépidos" u obras más recientes como "Caballos salvajes" de su amigo y compañero Mar-celo Piñeyro (al que dedica un agradecimiento en los créditos), con la creación de personajes muy cinematográficos (con sus clichés y convenciones), que por otro lado consiguen retratar con extrema sencillez a sus correspondientes de carne y hueso.

Además, el hecho de introducir a un niño en las correrías de estos viejos que un día, como un gesto libertario y de protesta, de-ciden "secuestrar" una vieja locomotora, símbolo de un país que ya no existe, a la que capitales extranjeros van a enviar a Hollywood para utilizarla en una película, resulta clarividente para llevar el rela-to por un territorio sensible y también nostálgico, que sin embargo no carga nunca las tintas y sabe moverse por la fina línea del juego con la sensibilidad del espectador sin llegar a caer en lo banal o meramente sensiblero.
El film se puede considerar como un western crepuscular y así también lo quiere hacer ver su director en las no-tas de prensa y a la emoción y sen-sación de triunfo que provoca entre la gente normal que todavía creemos en actos heroicos no es ajeno el esplen-doroso reparto que este director ha convocado, con ni más ni menos que Héctor Alterio, Federico Luppi y José Soriano a la cabeza, en una interpretación tricéfala portentosa e indisoluble (de ahí el premio conjunto), dándoles la réplica como el malo de la película Gastón Pauls (muy en su papel de malo), y como acompañante de corre-rías el niño Balaram Dinard, que afortunadamente (y pese a ser evidentemente el elemento más blandito del film) sabe mantener el tipo ante este trío de gigantes que conducen la vieja locomotora, no sólo hacia un destino incierto, sino hacia el mismo corazón y con-ciencia del espectador. Una pequeña delicia que sigue engrosando la lista de delicadezas estrenadas en nuestros cines en las últimas semanas.

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