La desigualdad social y económica limita ejercicio del derecho a la
educación, señala el subsecretario Rodolfo Tuirán
Apenas 21% de los jóvenes más pobres, en educación
superior
Hoy, 74 ciudades del país no tienen un solo plantel de enseñanza profesional;
en 2006, el número ascendía a 91
El programa de becas llega a 400 mil estudiantes en situación de pobreza de
un universo de casi 800 mil
En los próximos 20 años nos tenemos que proponer reducir de manera significativa la brecha para garantizar igualdad de oportunidades, para que el origen social no opere como una losa que sobre las espaldas de los jóvenesFoto María Luisa Severiano
Karina Avilés
Periódico La Jornada
Lunes 7 de noviembre de 2011, p. 40
Lunes 7 de noviembre de 2011, p. 40
Aunque la brecha de acceso a la educación superior se redujo de
15.6 por ciento a 3.7 por ciento en las dos décadas pasadas, hoy día, 74
ciudades del país no tienen un solo plantel de enseñanza profesional, apenas 21
por ciento de los jóvenes más pobres ingresan a este nivel, aunque 78.4 por
ciento de los estudiantes con ingresos más altos sí lo hace, advierte el
subsecretario de Educación Superior, Rodolfo Tuirán, al señalar que a pesar de
los avances,
todavía no podemos decir que hay igualdad de oportunidades.
Incluso, reconoce que aún
estamos lejos de brindar elementos a los jóvenes de escasos recursos para sostener su permanencia en la escuela, por ejemplo, mediante el programa de becas, ya que sólo se llega a 400 mil estudiantes en situación de pobreza, de un universo de casi 800 mil.
En entrevista, el funcionario expresa que la desigualdad social y económica
limita a los jóvenes el ejercicio pleno del derecho a la educación y, con ello,
el país desperdicia uno de los activos más importantes con los que cuenta,
mostrándose incapaz de impedir que el origen social condicione en buena medida el destino educativo, social y laboralde su juventud. Una nación con poca movilidad social, tiene el peligro de generar frustración y resentimiento social, con los costos que todos conocemos, advierte.
Los contrastes todavía son
enormesy, conforme avanzan los niveles educativos, la probabilidad de ingreso entre quienes menos tienen se reduce: 60 por ciento de la matrícula de la enseñanza básica proviene de los cuatro primeros deciles de ingreso –es decir, de los grupos con mayor desventaja–, mientras en el bachillerato la cifra baja a 40 por ciento y, en la superior, cae a 21 por ciento. Esto último se traduce en que sólo 799 mil 402 estudiantes de escasos recursos llegan a nivel profesional.
Los jóvenes pertenecientes a los deciles de ingreso nueve y 10, esto es, a
los segmentos de la población con mayores recursos, tienen una probabilidad de
acceso a la universidad casi cuatro veces mayor que aquellos que se encuentran
en pobreza. En 1992, la brecha era de 15.6 por ciento y, actualmente es de 3.7
por ciento, lo cual,
no es un avance menor, indica.
En un México de enormes desigualdades, la enseñanza presenta marcadas
inequidades desde el punto de vista territorial, estatal, metropolitano, urbano,
rural y social, sostiene. Las localidades que tienen problemas de cobertura,
explica, son aquellas con entre 15 mil y 49 mil 999 habitantes; ahí se sitúan 74
ciudades que no tienen un solo plantel de educación superior, aunque en 2006 el
número ascendía a 91 poblaciones.
Indica que ningún país tiene
posibilidad, en una etapa de su desarrollo, de cubrir todas las ciudades, y por una suerte de economía de escala, la presencia de la educación superior es mayor en ciudades de mayor tamaño. Conforme se universaliza este nivel educativo, todas las ciudades empiezan a tener en mayor o menor medida presencia de algún plantelde estudios superiores.
A su vez, añade, existen 116 ciudades con una cobertura en este nivel por
debajo de 25 por ciento, pero hace cinco años eran 136 urbes en dicha condición.
En el año 2000, sólo había siete estados con una población estudiantil en la
enseñanza profesional por arriba de 25 por ciento y hoy la cifra es de 25
entidades, precisa.
Las diferencias también se observan a escala de las metrópolis. La zona
metropolitana de Tijuana es la que presenta más baja cobertura en estudios
superiores, con 19.6 por ciento, en contraste con la zona metropolitana de San
Luis Potosí, con una cobertura de 48.3 por ciento, mientras la del valle de
México tiene un registro de 32.4 por ciento.
Los estados donde existe una mayor inequidad, de acuerdo con las
estadísticas, son Colima, Nayarit, Durango y Aguascalientes, donde sólo cerca de
5 por ciento de los jóvenes más pobres va a la universidad y el 95 por ciento
restante proviene de los segmentos de ingresos medios y altos.
En materia de financiamiento, el subsidio promedio por estudiante en una
universidad pública federal es de 80 mil 400 pesos, mientras en una universidad
pública estatal la cifra es de 41 mil 300 pesos y la que registra el más bajo
subsidio de los diferentes subsistemas son las universidades tecnológicas, con
31 mil 300 pesos. Pero acota que los datos no son del todo comparables, porque
las cifras de las instituciones federales y estatales incluyen la inversión en
investigación y en el caso de las tecnológicas no.
Enfatiza que uno de los mecanismos privilegiados para contrarrestar la
problemática de la inequidad son los programas de becas. Por ello, es tan
importante en el presupuesto 2012 la programación de 5 mil millones de pesos
adicionales, de los cuales 2 mil millones de pesos corresponden a enseñanza
superior. Con esos recursos, sostiene, alcanzaría para dar una beca a 400 mil
jóvenes adicionales, con lo que se cubriría al ciento por ciento a los
estudiantes más pobres que están en la universidad.
Rodolfo Tuirán subraya que no basta facilitar el acceso, sino que deben
diseñarse mecanismos para garantizar la permanencia en la escuela y la calidad,
de lo contrario,
difícilmente se romperá el círculo vicioso de la exclusión, porque si ofrecemos mala calidad al que proviene de los estratos de menores ingresos, se le dará un título devaluado por un lado, y por el otro, podrían tener inserciones precarias y de bajos ingresos al mercado de trabajo, que no hacen más que seguir reproduciendo las desigualdades.
De nada sirve ampliar la matrícula y la cobertura de la educación superior si
no avanzamos en el terreno de la equidad y la calidad, pues la falta de
programas reconocidos por su buena calidad sin duda afecta a quienes menos
tienen, agrega.
En los próximos 20 años, finaliza, nos tenemos que proponer reducir de manera
significativa la brecha para garantizar igualdad de oportunidades, para que el
origen social
no opere como una losa que cae sobre las espaldas de los jóvenes.
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