Edmundo López Bonilla
Ha transcurrido mucho tiempo desde el mes de marzo de 1941, cuando Stéphane
Hessel se presentó en la ciudad de Londres con el general Charles De Gaulle, jefe
del Consejo Nacional de la Resistencia. En su breve libro: ¡Indignaos! da cuenta de este hecho y dice además que supo que el
Consejo puso en marcha (15 de marzo de 1944) un programa que enunciaba un conjunto de principios y valores
para cuando Francia fuese liberada de la ocupación alemana.
Aunque en la brevedad del libro no hace un listado
de estas premisas, en el segundo párrafo deja ver claramente cuáles fueron esos
postulados: “Estos principios y valores los necesitamos hoy más que nunca. Es
nuestra obligación velar todos juntos para que nuestra sociedad siga siendo una
sociedad de la que podamos sentirnos orgullosos, y no esta sociedad de
indocumentados, de expulsiones, de sospechas con respecto a la inmigración, no
esta sociedad en la que se pone en cuestión las pensiones, los logros de la
Seguridad Social; no esta sociedad donde los medios de comunicación están en
manos de los poderosos”.
De ¡Indignaos!,
según el artículo firmado por Anne Marie
Mergier (Revista Proceso No. 1824/16
de octubre de 2011) desde su publicación el 20 de octubre de 2010, “ha
vendido 2 millones de libros en Francia y 2 millones más en el mundo”. ¿Qué
es lo que llevó a un anciano de 93 años a escribir el libro que ha inspirado
los movimientos que buscan la abolición de las condiciones sociales imperantes
en el mundo por el abuso de los grandes dueños del dinero? Los “principios y valores” por los que lucho
en su juventud, consciente de que la derrota de los alemanes evolucionaría
hacia un mundo más justo y “desde hace siete décadas encarna en Francia
el espíritu de resistencia ante lo inaceptable”.
Sobreviviente de los campos nazis de concentración,
a donde llegó por ser judío, tuvo la suerte de contar con la complicidad de un
médico alemán que preveía la derrota y buscaba “colaborar para protegerse de
futuras represalias” y “aceptó cambiar las identidades de tres
enfermos que acaban de morir con las de dos oficiales británicos y un francés.
El francés era Stépahne Hessel, que tomó el nombre de Michel Boitel”.
El libro de Stéphane Hessel
inicia de este modo: 93 años. La última etapa. Quizá los
publicistas del sistema económico hayan aprovechado este inicio para decir que ¡Indignaos!,
es la obra de un resentido que en esa “última etapa”, da desfogue a su
inquietud y mira divertido cómo parte de
ese 99 por ciento de afectados en el mundo por la imposición de las políticas
económicas depredadoras, escucha su clamor y se indigna. Pero sí sé que ha sido
tachado de “utopista”, de “ingenuo”.
Sin embargo,
este humanista berlinés nacido en 1917, y que, junto con sus padres emigró a
París en 1924, a
los 15 años obtuvo el bachillerato e inicio estudios superiores. En 1940 fue
detenido por los alemanes, logró escapar y pudo llegar a Londres y se integró a
las Fuerzas Unidas Libres, nueva captura y después de ser sufrir tortura, fue deportado
al campo de concentración de Buchenwald, donde salvó la vida —como se leyó
líneas arriba—.
“Después
de la guerra, Hessel tuvo la “tentación”
de ser escritor, pero entendió que no “tenía vocación”. Se integró al
servicio diplomático. Inacabable es la lista de responsabilidades oficiales que
asumió entre 1946 y 1983, muchas de ellas en las altas esferas de las Naciones
Unidas. Infinitos son sus compromisos en defensa de los derechos humanos y sus
luchas políticas que sigue llevando hoy con más ardor que nunca.(…) Sin lugar a
dudas, la misión oficial que más lo enorgullece es la primera que le fue
confiada. Durante tres años, de 1945
a 1948 trabajó en la elaboración y la
redacción de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos que fue adoptada por
la ONU el
10 de diciembre de 1948” .
Después de 70 años las condiciones sociales y
económicas europeas han ido variando en detrimento de los beneficiarios. Como
han cambiado en todos los lugares del mundo. Tampoco el mundo de Stéphane
Hessel es igual, por lo menos en los países que no se han visto envueltos en la
desgracia de los conflictos armados. Situación que se ha acelerado desde que el
mundo entró en “la globalización” y sus aires neoliberales.
En España se dio el movimiento 15-M, por el día 15 de mayo de 2011 en que se surgieron
las primeras manifestaciones pacíficas de los “Indignados”, que generarían la
Asamblea del Sol, el 20 de mayo, que a su vez propició la discusión y
aprobación de las propuestas, que a
continuación y en forma resumida
se incluyen. Usted con el conocimiento
de los problemas domésticos, haga su propia evaluación:
Dar claridad a los procesos electorales.
Recordar, por parte del gobierno, las
obligaciones a que la Constitución le
obliga en materia se seguridad social; refuerzo a la educación pública y laica.
Eliminación de estrategias antiinmigratorias.
Implementación de una Reforma Fiscal que favorezca
a la mayoría; suspensión de paraísos fiscales; gravar las transacciones
internacionales.
Abolición de prebendas a los políticos de todos
los niveles, supresión de los sueldos vitalicios y efectividad en la leyes que
votan. (Entiendo que esto último sea en
beneficio de las mayorías).
Rechazo a
la corrupción en todas las esferas del poder.
Regulación de la banca y los mercados financieros.
Nacionalización de los bancos rescatados por el Estado. Reducción del poder del
Fondo Monetario internacional.
Desvinculación efectiva entre la Iglesia y el
Estado.
Cierre de las centrales nucleares.
Recuperación de las empresas públicas privatizadas.
Separación efectiva de los poderes ejecutivo,
legislativo y judicial.
Reducción del gasto militar, mayor control de las
fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
Recuperación de la memoria histórica.
Transparencia en los manejos del financiamiento a
los partidos políticos.
Llama la atención que a pesar de que en España
existe gran cantidad de desocupados (parados), no se haga hincapié en esta
situación. Pero, salvo ese punto, sin tratar de generalizar, son las mismas
demandas que podría hacer cualquier ciudadano de México, e incluso de los
Estados Unidos de Norteamérica, como se
ha visto en la versión gringa “Ocupemos Wall Street” que se ha diseminado a
varias ciudades del poderoso país, con la respuesta que sólo es capaz de dar el
sistema: la represión.
Pero cuando algo empieza a moverse, nunca se sabe
dónde parará. Y estos balbuceos de la conciencia colectiva son una esperanza de
que las cosas cambien. Sólo eso: una esperanza. Mas cuando la esperanza se
pierde, se ha perdido todo.
* * * * *
* *
En el mes de marzo de 2005,
escribí lo siguiente, en algo que llamé: ”Los engranes del tiempo”
“Hace algún tiempo, cuando
todavía ganaba el sustento como obrero, y al parecer no podía sacudirme la “apatía de la mayor parte de mi
existencia”, un amigo me dijo, con palabras que no se pueden usar en este texto
y por eso entrecomillo la que se me ocurrió más pasable: que era una “vacilada”
de Gabriel García Márquez decir en “Cien
años de soledad” que la historia se
repite en un ciclo de cien años. Le contesté que era un enfoque literario, pero
si la historia se veía, metafóricamente, desde un plano más alto resultaba
sorprendente que no fueran precisamente en cien años, pero en esa rueda que es
el devenir histórico se repiten, sino los mismos hechos, sí algunas
condiciones.
“La
laureada novela de García Márquez es literatura de ficción que toma retazos de
la historia del segmento del continente americano que se extiende desde el río
Bravo, hasta la
Patagonia para dar el ámbito a los personajes y los asuntos.
Esa amalgama de paisajes, finalmente se hacen uno, pero concentra en ese
microcosmos la esencia de las desgracias, muestra la indefensión de los seres
comunes que con sus esfuerzos, sus aciertos y sus fallas, pero sobre todo, con
su pasión, forjaron ese trozo de país imaginado. Para que luego los políticos,
movidos por sus propios intereses, vendan al mejor postor los sueños de
bienestar e independencia. Económica y política, que los dos casos se dan en el
acontecer del mítico Macondo. No debe olvidarse que la decadencia de ese pueblo
se debió precisamente a la inversión extranjera.
“José Vasconcelos en “Ulises criollo” con toda la dureza que él mismo
reconoce en el hermoso texto, nos relata el periodo vivido en Campeche, adonde
llegó por la actividad de su padre: agente aduanal. El adolescente de catorce
años en el periodo campechano, posteriormente escribiría sus memorias en una
prosa donde la distancia de años le permite analizar y contrastar los hechos.
Así nos cuenta cómo el puerto de Campeche vino a menos a finales del siglo XIX y casi fue una ciudad fantasma, como resultado de
los brillantes negocios de los “tecnócratas”, perdón: los científicos, en
aquellas épocas, que cedieron los
derechos portuarios a intereses extranjeros.
“Dice José Vasconcelos: “Eran tristes los atardeceres de aquel Campeche
que en el noventa y seis resbalaba por la pendiente de una decadencia
irremediable. Delante de nuestros balcones las faenas del puerto mantenían un
simulacro de actividad; pero las calles interiores, aun las principales, se
veían solas y abandonadas. (…) Un éxodo continuado iba dejando vacías las
moradas. Los vestigios de la antigua prosperidad hacían más punzante la
devastación inevitable. Filas de ventanas con rejas y zaguanes suntuosos permanecían
cerrados y sin anuncios de alquiler, como si los dueños se hubiesen cansado de
esperar inquilinos. En las barriadas más pobres, a veces, toda una cuadra de
casas se caía por abandono, rotos todos los vidrios, sueltos los quicios de las
vidrieras. En las mansiones principales solían quedar únicamente los viejos. La
gente joven emigraba en busca de quehacer lucrativo. Un puerto que tuvo
astilleros famosos por el buen corte, la riqueza de la madera de los barcos,
dejaba pudrir los pilotes de las antiguas defensas. Naves extranjeras
remplazaban al pabellón nacional y los marinos que no se marchaban, descendían
de categoría convirtiéndose en pescadores. Sordo al clamor de los pueblos, el
Gobierno de los pretorianos encarnado en
un zafio mandón, rodeado de negociantes se hacía aclamar como progresista
porque otorgaba al extranjero ventajas ruinosas para cada comarca. Cogida en el
silencioso, deliberado desastre, la clase media se refugiaba en el favor del
ministro campechano que administraba la limosna de los empleos en la capital”.
“¿Alguna similitud con la masa actual de trabajadores al servicio del
Estado?
“Pero volvamos a la metáfora de la rueda que nos remite a los cien
años, más o menos. Después de las elecciones de este 2006, acaso se reanude la
embestida gubernamental para privatizar las industrias, de las que la ley nos
hace propietarios a todos los mexicanos. Y lo que para algunos, son los
brillantes negocios de la actualidad, tiene todos los visos de convertirse en
alegoría del caso Campeche en los
finales del siglo XIX. De concretarse la intención del gobierno —quede quien
quede— de privatizar los entes estratégicos del país, las industrias que en
estos días se tratan de dilapidar se volverán complejos fabriles fantasmas para
los mexicanos. Resulta más que ingenuo pensar que una empresa extranjera, o
nacional, absorba a las plantillas laborales, aunque estén conformadas por
técnicos y obreros altamente capacitados y eficientes. Y como hace ciento diez años “los marinos que
no se marchaban, descendían de categoría convirtiéndose en pescadores”; en el
futuro esos técnicos y obreros especializados, —que le costaron a la nación,
porque toda capacitación cuesta, así esos obreros nunca hayan pisado una
Universidad— quizá devengan en nostálgicos desempleados, mil usos, o acaso
sirvan para engrosar el número de
jardineros en la floreciente California”.
Hoy retomo el
escrito, porque los engranes se achicaron. Sólo bastaron seis años para que el
aspirante priista a la presidencia de la
República , repita las mismas acciones electoreras y tome a la
industria petrolera como generadora de posibles votos ciudadanos; pero amplio
respaldo de los privatizadores de lo que no es suyo.
27-28 de octubres de
2011
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