sábado, 5 de noviembre de 2011

Edmundo López Bonilla: LAS VERDADES DE PEROGRULLO



LAS VERDADES DE PEROGRULLO



Edmundo López Bonilla



Con motivo de celebrar el aniversario número 90 de la fundación de la actual Secretaría de Educación Pública (decreto del 25 de julio de 1921). —Secretaría de Educación Pública. Ente que regula la educación en México; sus funciones quedaron incluidas en 1836 en el Ministerio del Interior. Anteriormente, a partir de 1822, las funciones concernientes a la instrucción pública eran absorbidas por la Secretaría de Relaciones Exteriores e Interiores y por la de Justicia y Negocios Eclesiásticos. Después de varias reestructuraciones, desapareció en 1917 y se creó en su lugar el Departamento Universitario de Bellas Artes, que más tarde se transformó en Universidad Nacional. Así permaneció hasta 1921, en que por decreto del 25 de julio, se estableció la Secretaría de Educación Pública, nombre que ostenta en la actualidad. A esta dependencia corresponde organizar, vigilar y desarrollar la enseñanza en los diferentes  niveles. “Diccionario de México Juan Palomar de Miguel—”. El gobierno federal por medio de la propia Secretaría, ha promovido festejos inherentes a sus funciones que van más allá —como debiera ser siempre— de administrar el presupuesto destinado a la educación y  el señor Alonso Lujambio descubrió la importancia del libro. En el coloquio televisado: “El libro y los lectores” el mismo secretario de Educación, en el discurso inaugural, barajó porcentajes de lectores, que en primera instancia parecían alentadores: el porcentaje de libros leídos por los mexicanos, se acercaba a cuatro libros por persona y por año. Dije parecían, porque el mismo personaje se bajó y nos bajó de la nube, al aclarar que si de esos libros, se descuentan los libros de texto gratuitos… seguimos leyendo un libro y medio por persona y por año.

Para qué citar los porcentajes de libros leídos en otros países, con que el mismo señor Lujambio adobó su participación. Quizá sin que viniera al caso, mencionó como un logro de la SEP, la implementación de: “Los estándares, que se deberán aplicar en todo el país con el apoyo de los padres de familia, —para quien no lo recuerde, aquí se reproducen— establecen que en el primer grado de primaria un alumno debe leer de 35 a 59 palabras por minuto; en segundo año de 60 a 84; en tercero de 85 a 99; en cuarto de 100 a 114; en quinto de 115 a 124; y en sexto de primaria de 125 a 134 palabras. (…) En secundaria, los alumnos de primer grado tendrán que leer un promedio de 135 a 144; en segundo de 145 a 154; y en tercer grado de 155 a 160 palabras por minuto”. “Periódico La Jornada, 5 de septiembre de 2010.” Estándares técnicos que nada tienen qué ver con la lectura que se busca: la comprensión lectora y la lectura por placer.

El escritor Rafael Pérez Gay, en el papel de moderador, en algún momento se acercó al problema nodal de la escasez de lectores: la influencia de la televisión como principal distractor, mas no profundizó en el análisis. Los también escritores: Felipe Garrido, Guillermo Sheridan y Jorge Fernández, a su turno platicaron con amenidad, pero fue Guillermo Sheridan, quien más que la importancia de los libros y la relación con el lector, se refirió directa y ampliamente a la personalidad de José Vasconcelos Calderón, —a quien la historia, los historiadores y los periodistas han despojado del apellido materno— y solamente es citado como José Vasconcelos —esto propiciado por el mismo personaje que de ese modo firmó  sus obras, olvidando el intenso amor por su madre que impregna buena parte de su hermoso “Ulises Criollo”.

Guillermo Sheridan, en suma, dijo que la publicación de los famosos libros verdes fue una tontería, en un país y una época con abundante analfabetismo. Para terminar su primera intervención, afirmó con desenvoltura algo que parece un dislate, tomando en cuenta el calibre del educador. Palabras de más o palabras de menos, dijo que Vasconcelos quería que lo niños leyeran a Homero y los niños en efecto conocen a Homero… Simpson. Digo que parece un dislate, porque los niños alfabetizados y lectores de la década de los años veinte del siglo pasado, son diametralmente diferentes de los niños de finales del siglo XX e inicios del XXI. Y si estos últimos, gravitan en la órbita de “Los Simpson”, y series peores, es porque personajes como el mismo maestro Sheridan, que se supone, son escuchados por las altas esferas educativas, no han gritado, no han denunciado con suficiente contundencia, la inoperancia de la SEP, para normar los contenidos de la televisión comercial, que borran cada día, lo poco que durante ocho horas, los niños pudieron entender en las escuelas.

Jorge Fernández, en una plática fluida, coloquial, contó de sus experiencias como promotor cultural. Retomando algo de las acciones de José Vasconcelos, dijo que como él, ha recorrido el país regalando libros. Habló de las reticencias de Álvaro Obregón Salido, en referencia a las ideas de Vasconcelos, pero reconoció la liberalidad de la confianza en el educador y sobre todo, la importancia de autorizar todo el dinero necesario para esa gran cruzada  de fe que  el Maestro, como se le llamó algún tiempo, llevó, tratando de fomentar el amor a los libros y a la lectura.

Fue don Felipe Garrido, escritor y promotor de la lectura de tiempo completo, quien dijo verdades de a kilo. No puedo repetir de memoria todo su  discurso que hizo historia de los esfuerzos de gobiernos anteriores en la promoción de la lectura. Dos planteamientos destacan de su participación.

Uno: mientras no haya en las escuelas, maestros apasionados de la lectura y por lo mismo, no promotores, sino lectores que comparten las experiencias, las emociones con sus alumnos, cualquier intento sobre este asunto, no irá más allá de la  buena intención; mientras maestros y profesionistas, únicamente vean la lectura como un hecho utilitario, sin buscar ampliar horizontes en la cultura general, para no hablar de los placeres de la lectura, la impresión de libros y su consumo seguirá estancada en este país. Planteamiento que este escribidor ha repetido en estas líneas.

Dos: la SEP, según sus palabras, compra libros para las bibliotecas de aula a España, Estados Unidos y México, en ese orden. Y que los editores de  los libros editados —o en su caso— traducidos en España, no se toman la molestia —imperialista del idioma en fin— de redactarlos e imprimirlos, en el español usual de los países consumidores. Citaba el caso de la niña del Estado de Morelos, lectora del libro: “La princesa y el guisante”, que no entendía a qué se refería; y aunque él señalaba una ilustración donde se veía “un guisante” dentro de una caja de cristal, para la niña, aquello solamente era un chícharo y no el príncipe como ella imaginaba.

Detalles nimios para algunos, pero que tienen toda la importancia en la fase de formación del acervo lingüístico, como sucede con los niños, con los adolescentes y con cualquiera que por falta de lecturas, desconoce que hay tantos “idiomas españoles”, como regiones de hablantes de este lenguaje en el mundo.

Detalles nimios que en las grandes alturas, donde se mueven los sabios redactores de programas de estudio, son olvidados.     
 

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Carlos Siula, corresponsal del Sol de Orizaba, (3 de noviembre de 2011) termina el análisis desarrollado en la nota: “En Cannes, el G20 decide el futuro económico del mundo”, con un párrafo que estremece: “Los líderes mundiales reunidos en el G20 de Cannes no lo dicen en público, pero son conscientes de que esa situación no puede durar (la recesión en puerta). El aspecto dramático de la situación es que nadie sabe cómo salir de esa encrucijada fatal ni cuándo puede ocurrir la tragedia”.

Creo que sería ocioso transcribir fragmentos del análisis, quizá dirigido a especialistas, porque el final del artículo de Carlos Siula, es más que elocuente. Y para los legos queda la certeza, porque así se afirma como conclusión, que quienes inflan la burbuja financiera, únicamente saben cómo complicar más, cada día, el problema, pero no saben  cómo puede remediarlo  o solucionarlo.

Quiere decir que el destino económico de siete mil millones de personas está en manos de inexpertos que sólo han pensado en cómo ganar más y más, aun a costa de que los problemas hagan crisis.

Quiere decir que los dueños del colonialismo financiero que han absorbido la riqueza del mundo atesorándola en su provecho, solamente están pensando en no resultar con pérdidas, que cuando esto suceda, ellos prorratearán el costo entre esos siete mil millones de seres que sólo sirven para producir.

Quiere decir  que “los indignados” del mundo que claman por reivindicaciones sociales seguirán sin ser oídos; que las hambrunas seguirán devastando países; que las guerras, con todo lo pestilente, deshonesto e inhumano de las guerras que comandan caudillos de importancia mundial y caudillos locales, seguirán demandando ríos de sangre, porque la “economía de guerra” es vital para los Estados Unidos de Norteamérica, Gran Bretaña, Francia, Alemania, España, Israel, Rusia, China, Japón y una pléyade de países, que usan las armas como poder disuasivo y bienes comerciales, por lo tanto no pararán los complejos industriales productoras de muerte.

Quiere decir que el 1% de los pobladores del orbe, que son los dueños del mundo, sólo saben ganar dinero y se valen de trucos de prestidigitadores para aumentar sus ganancias, y que en caso de que los trucos fallen —como sucede a menudo—, sólo saben encarecer el dinero que prestan. Aunque el 99% sufra las consecuencias.

El Maestro Gino Raúl de Gasperín, en una misiva, me alienta a seguir insistiendo en el asunto de “los indignados” de todo el mundo. Pero si usted, lector, no se indignó con la conclusión del analista Carlos Siula, y la catástrofe que plantea… lo felicito, tiene su merced alma seráfica y por su cercanía con Dios, está más allá de todo mal.



3-4 de noviembre de 2011

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