LAS VERDADES DE PEROGRULLO
Edmundo López Bonilla
Con motivo de celebrar el aniversario número
90 de la fundación de la actual Secretaría de Educación Pública (decreto del 25
de julio de 1921). —Secretaría de Educación Pública. Ente que regula la educación en
México; sus funciones quedaron incluidas en 1836 en el Ministerio del Interior.
Anteriormente, a partir de 1822, las funciones concernientes a la instrucción
pública eran absorbidas por la Secretaría de Relaciones Exteriores e Interiores y por la de Justicia y Negocios
Eclesiásticos. Después de varias reestructuraciones, desapareció en 1917 y se
creó en su lugar el Departamento Universitario de Bellas Artes, que más tarde
se transformó en Universidad Nacional. Así permaneció hasta 1921, en que por decreto
del 25 de julio, se estableció la Secretaría de Educación Pública, nombre que ostenta en la actualidad. A esta
dependencia corresponde organizar, vigilar y desarrollar la enseñanza en los
diferentes niveles. “Diccionario de México Juan Palomar de Miguel—”. El gobierno federal
por medio de la propia Secretaría, ha promovido festejos inherentes a sus
funciones que van más allá —como debiera ser siempre— de administrar el
presupuesto destinado a la educación y el
señor Alonso Lujambio descubrió la importancia del libro. En el coloquio
televisado: “El libro y los lectores” el mismo secretario de Educación, en el
discurso inaugural, barajó porcentajes de lectores, que en primera instancia
parecían alentadores: el porcentaje de libros leídos por los mexicanos, se
acercaba a cuatro libros por persona y por año. Dije parecían, porque el mismo
personaje se bajó y nos bajó de la nube, al aclarar que si de esos libros, se
descuentan los libros de texto gratuitos… seguimos leyendo un libro y medio por
persona y por año.
Para qué citar
los porcentajes de libros leídos en otros países, con que el mismo señor
Lujambio adobó su participación. Quizá sin que viniera al caso, mencionó como
un logro de la SEP , la
implementación de: “Los estándares, que se deberán aplicar en todo el país con el apoyo de
los padres de familia, —para quien no lo recuerde, aquí se reproducen— establecen
que en el primer grado de primaria un alumno debe leer de 35 a 59 palabras por minuto; en segundo año de 60 a 84; en tercero de 85 a 99; en cuarto de 100 a 114; en quinto de 115 a 124; y en sexto de primaria de 125 a 134 palabras. (…) En secundaria,
los alumnos de primer grado tendrán que leer un promedio de 135 a 144; en segundo de 145 a 154; y en tercer grado de 155 a 160 palabras por minuto”.
“Periódico La Jornada ,
5 de septiembre de 2010.”
Estándares técnicos que nada tienen qué ver con la lectura que se busca: la
comprensión lectora y la lectura por placer.
El escritor
Rafael Pérez Gay, en el papel de moderador, en algún momento se acercó al problema
nodal de la escasez de lectores: la influencia de la televisión como principal
distractor, mas no profundizó en el análisis. Los también escritores: Felipe
Garrido, Guillermo Sheridan y Jorge Fernández, a su turno platicaron con
amenidad, pero fue Guillermo Sheridan, quien más que la importancia de los
libros y la relación con el lector, se refirió directa y ampliamente a la
personalidad de José Vasconcelos Calderón, —a quien la historia, los
historiadores y los periodistas han despojado del apellido materno— y solamente
es citado como José Vasconcelos —esto propiciado por el mismo personaje que de
ese modo firmó sus obras, olvidando el
intenso amor por su madre que impregna buena parte de su hermoso “Ulises
Criollo”.
Guillermo Sheridan, en suma, dijo que la
publicación de los famosos libros verdes fue una tontería, en un país y una
época con abundante analfabetismo. Para terminar su primera intervención, afirmó
con desenvoltura algo que parece un dislate, tomando en cuenta el calibre del
educador. Palabras de más o palabras de menos, dijo que Vasconcelos quería que
lo niños leyeran a Homero y los niños en efecto conocen a Homero… Simpson. Digo
que parece un dislate, porque los niños alfabetizados y lectores de la década
de los años veinte del siglo pasado, son diametralmente diferentes de los niños
de finales del siglo XX e inicios del XXI. Y si estos últimos, gravitan en la
órbita de “Los Simpson”, y series peores, es porque personajes como el mismo
maestro Sheridan, que se supone, son escuchados por las altas esferas
educativas, no han gritado, no han denunciado con suficiente contundencia, la
inoperancia de la SEP , para normar los contenidos de la televisión
comercial, que borran cada día, lo poco que durante ocho horas, los niños
pudieron entender en las escuelas.
Jorge Fernández, en una plática fluida, coloquial,
contó de sus experiencias como promotor cultural. Retomando algo de las
acciones de José Vasconcelos, dijo que como él, ha recorrido el país regalando
libros. Habló de las reticencias de Álvaro Obregón Salido, en referencia a las
ideas de Vasconcelos, pero reconoció la liberalidad de la confianza en el
educador y sobre todo, la importancia de autorizar todo el dinero necesario
para esa gran cruzada de fe que el Maestro, como se le llamó algún tiempo,
llevó, tratando de fomentar el amor a los libros y a la lectura.
Fue don Felipe Garrido, escritor y promotor de la
lectura de tiempo completo, quien dijo verdades de a kilo. No puedo repetir de
memoria todo su discurso que hizo
historia de los esfuerzos de gobiernos anteriores en la promoción de la
lectura. Dos planteamientos destacan de su participación.
Uno: mientras no haya en las escuelas, maestros
apasionados de la lectura y por lo mismo, no promotores, sino lectores que
comparten las experiencias, las emociones con sus alumnos, cualquier intento
sobre este asunto, no irá más allá de la
buena intención; mientras maestros y profesionistas, únicamente vean la
lectura como un hecho utilitario, sin buscar ampliar horizontes en la cultura
general, para no hablar de los placeres de la lectura, la impresión de libros y
su consumo seguirá estancada en este país. Planteamiento que este escribidor ha
repetido en estas líneas.
Dos: la SEP, según sus palabras, compra libros
para las bibliotecas de aula a España, Estados Unidos y México, en ese orden. Y
que los editores de los libros editados —o
en su caso— traducidos en España, no se toman la molestia —imperialista del
idioma en fin— de redactarlos e imprimirlos, en el español usual de los países
consumidores. Citaba el caso de la niña del Estado de Morelos, lectora del
libro: “La princesa y el guisante”, que no entendía a qué se refería; y aunque
él señalaba una ilustración donde se veía “un guisante” dentro de una caja de
cristal, para la niña, aquello solamente era un chícharo y no el príncipe como
ella imaginaba.
Detalles nimios para algunos, pero que tienen toda
la importancia en la fase de formación del acervo lingüístico, como sucede con
los niños, con los adolescentes y con cualquiera que por falta de lecturas,
desconoce que hay tantos “idiomas españoles”, como regiones de hablantes de
este lenguaje en el mundo.
Detalles nimios que en las grandes alturas, donde
se mueven los sabios redactores de programas de estudio, son olvidados.
* * * * * * * * * *
Carlos Siula, corresponsal del Sol de Orizaba, (3 de noviembre de 2011) termina
el análisis desarrollado en la nota: “En Cannes, el G20 decide el futuro
económico del mundo”, con un párrafo que estremece: “Los
líderes mundiales reunidos en el G20 de Cannes no lo dicen en público, pero son
conscientes de que esa situación no puede durar (la recesión en puerta).
El
aspecto dramático de la situación es que nadie sabe cómo salir de esa
encrucijada fatal ni cuándo puede ocurrir la tragedia”.
Creo que sería ocioso transcribir fragmentos del
análisis, quizá dirigido a especialistas, porque el final del artículo de
Carlos Siula, es más que elocuente. Y para los legos queda la certeza, porque
así se afirma como conclusión, que quienes inflan la burbuja financiera,
únicamente saben cómo complicar más, cada día, el problema, pero no saben cómo puede remediarlo o solucionarlo.
Quiere decir que el destino económico de siete mil
millones de personas está en manos de inexpertos que sólo han pensado en cómo
ganar más y más, aun a costa de que los problemas hagan crisis.
Quiere decir que los dueños del colonialismo
financiero que han absorbido la riqueza del mundo atesorándola en su provecho, solamente
están pensando en no resultar con pérdidas, que cuando esto suceda, ellos
prorratearán el costo entre esos siete mil millones de seres que sólo sirven
para producir.
Quiere decir
que “los indignados” del mundo que claman por reivindicaciones sociales
seguirán sin ser oídos; que las hambrunas seguirán devastando países; que las
guerras, con todo lo pestilente, deshonesto e inhumano de las guerras que comandan
caudillos de importancia mundial y caudillos locales, seguirán demandando ríos
de sangre, porque la “economía de guerra” es vital para los Estados Unidos de
Norteamérica, Gran Bretaña, Francia, Alemania, España, Israel, Rusia, China,
Japón y una pléyade de países, que usan las armas como poder disuasivo y bienes
comerciales, por lo tanto no pararán los complejos industriales productoras de
muerte.
Quiere decir que el 1% de los pobladores del orbe,
que son los dueños del mundo, sólo saben ganar dinero y se valen de trucos de
prestidigitadores para aumentar sus ganancias, y que en caso de que los trucos
fallen —como sucede a menudo—, sólo saben encarecer el dinero que prestan.
Aunque el 99% sufra las consecuencias.
El Maestro Gino Raúl de Gasperín, en una misiva,
me alienta a seguir insistiendo en el asunto de “los indignados” de todo el
mundo. Pero si usted, lector, no se indignó con la conclusión del analista Carlos
Siula, y la catástrofe que plantea… lo felicito, tiene su merced alma seráfica
y por su cercanía con Dios, está más allá de todo mal.
3-4 de noviembre de 2011
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