ALAI, América Latina en
Movimiento
2011-10-22
2011-10-22
Clasificado en: | Política: Politica, Internacional: Internacional, Social: Violencia, | |
Disponible en: | Español |
Gadafi y la putrefacción moral del imperio
El
brutal asesinato de Muamar Al Gadafi a manos de una jauría de mercenarios
organizados y financiados por los gobiernos “democráticos” de Estados Unidos,
Francia y Gran Bretaña actualiza dolorosamente la vigencia de un viejo aforismo:
“socialismo o barbarie.” No sólo eso: también confirma otra tesis, ratificada
una y otra vez que dice que los imperios en decadencia procuran revertir el
veredicto inexorable de la historia exacerbando su agresividad y sus atropellos
en medio de un clima de insoportable descomposición moral. Ocurrió con el
imperio romano, luego con el español, más tarde con el otomano, después con el
británico, el portugués y hoy está ocurriendo con el norteamericano. No otra es
la conclusión que puede extraerse al mirar los numerosos videos que ilustran la
forma en que se “hizo justicia” con Gadafi, algo que descalifica
irreparablemente a quienes se arrogan la condición de representantes de los más
elevados valores de la civilización occidental. Sobre ésta cabría recordar la
respuesta que diera el Mahatma Gandhi a la pregunta de un periodista, interesado
en conocer la opinión del líder asiático sobre el tema: “es una buena idea”,
respondió con sorna.
El
imperialismo necesitaba a Gadafi muerto, lo mismo que Bin Laden. Vivos eran un
peligro inmediato, porque sus declaraciones en sede judicial ya no serían tan
fácil de ocultar ante la opinión pública mundial como lo fue en el caso de Sadam
Hussein. Si Gadafi hablaba podría haber hecho espectaculares revelaciones,
confirmando numerosas sospechas y abonando muchas intuiciones que podrían haber
sido documentadas contundentemente por el líder libio, aportando nombres de
testaferros imperiales, datos de contratos, comisiones y coimas pagadas a
gestores, cuentas en los cuales se depositaron los fondos y muchas cosas más.
Podríamos haber sabido que fue lo que Estados Unidos le ofreció a cambio de su
suicida colaboración en la “lucha contra el terrorismo”, que permitió que en
Libia se torturara a los sospechosos que Washington no podía atormentar en
Estados Unidos. Habríamos también sabido cuánto dinero aportó para la campaña
presidencial de Sarkozy y qué obtuvo a cambio; cuáles fueron los términos del
arreglo con Tony Blair y la razón por la cual hizo donativos tan generosos a
la London
School of Economics; cómo se organizó la trata de
personas para enviar jovencitas al decrépito fauno italiano, Silvio Berlusconi ,
y tantas cosas más. Por eso era necesario callarlo, a como diera
lugar.
El
último Gadafi, el que se arroja a los brazos de los imperialistas, cometió una
sucesión de errores impropios de alguien que ya venía ejerciendo el poder
durante treinta años, sobre todo si se tiene en cuenta que el poder enseña.
Primer error: creer en la palabra de los líderes occidentales, mafiosos de
cuello blanco a los cuales jamás hay que creerles porque más allá de sus rasgos
individuales –deleznables salvo alguna que otra excepción- son la
personificación de un sistema intrínsecamente inmoral, corrupto e irreformable.
Le hubiera venido bien a Gadafi recordar aquella sentencia del Che Guevara
cuando decía que “¡no se puede confiar en el imperialismo ni un tantito así!” Y
él confió. Y al hacerlo cometió un segundo error: desarmarse. Si los canallas de
la OTAN pudieron
bombardear a piacere a Libia fue porque Gadafi había
desarticulado su sistema de defensa antiaérea y ya no tenía misiles tierra-aire.
“Ahora somos amigos”, le dijeron Bush, Obama, Blair, Aznar, Zapatero, Sarkozy,
Berlusconi, y él les creyó. Tercer error, olvidar que como lo recuerda Noam
Chomsky Estados Unidos sólo ataca a rivales débiles e inermes, o que los
considera como tales. Por eso pudo atacar a Irak, cuando ya estaba desangrado
por la guerra con Irán y largos años de bloqueo. Por eso no ataca a Cuba, porque
según los propios reportes de la
CIA ocupar militarmente a la isla le costaría un mínimo de
veinte mil muertos, precio demasiado caro para cualquier
presidente.
Los imperialistas le negaron a Gadafi lo que le
concedieron a los jerarcas nazis que aniquilaron a seis millones de judíos.
¿Fueron sus crímenes más monstruosos que las atrocidades de los nazis? Y el
Fiscal General de la Corte
Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo, mira para otro lado
cuando debería iniciar una demanda en contra del jefe de la OTAN , causante de unas 70.000
muertes de civiles libios. En una muestra de repugnante putrefacción moral
la
Secretaria de Estado Hillary Clinton celebró con risas y una
humorada la noticia del asesinato de Gadafi. (Ver http://www.youtube.com/watch?v=Fgcd1ghag5Y)
Un poco más cautelosa fue la reacción del Tío Tom (el esclavo negro
apatronado que piensa y actúa en función de sus amos blancos) que
habita en la Casa
Blanca , pero que ya hace unas semanas se había mostrado
complacido por la eficacia de la metodología ensayada en Libia, misma que
advirtió podría ser aplicada a otros líderes no dispuestos a lamerle las botas
al Tío Sam. Esta ocasional victoria, preludio de una infernal guerra civil que
conmoverá a Libia y todo el mundo árabe en poco tiempo más, no detendrá la caída
del imperio. Mientras tanto, como lo observa un agudo filósofo italiano,
Domenico Losurdo, el crimen de Sirte puso en evidencia algo impensable hasta
hace pocos meses atrás: la superioridad moral de Gadafi respecto a los
carniceros de Washington y Bruselas. Dijo que lucharía hasta el final, que no
abandonaría a su pueblo y respetó su palabra. Con eso le basta y sobra para
erguirse por encima de sus victimarios.
-
Dr. Atilio Boron, director del Programa Latinoamericano de Educación a
Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires, Argentina www.centrocultural.coop/pled
http://www.atilioboron.com
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